Los navegantes saben que el mar de Corcubión ya comienza a ser agreste, esta ría es la última antes de llegar a Finisterrae, donde finalizan las rías baixas y da comienzo a costa da morte y eso se nota en los ímpetu de las olas. La ría se custodia por la Punta do Cabezo y el Cabo de Cee, desde allí, la costa avanza en una sucesión de salientes rocosos hasta confluir en la localidad de Cee, ultima población de la ría y donde la industria se ha apoderado del paisaje, convirtiendo un pueblo ballenero, en una ciudad.

Corcubión hace de contraste, declarada Conjunto Artístico en 1985, es la joya de la corona desde casi su nacimiento y ya aparece referenciada en los documentos de la casa Trastámara y Altamira, donde se describe el pueblo y su dedicación al mundo de la pesca, la agricultura y a un turismo primitivo, que se encargaba de orientar y cuidar a los peregrinos que pretendían culminar su hazaña hasta el cabo de Fisterra. Existía ya en la época un hospital que atendía a los caminantes de la ruta jacobea.

El núcleo original y primitivo de la villa se encontraba hacia el interior, en la parroquia de San Andrés de Canle, donde sus habitantes vivían alejados del mar y por tanto, a salvo de los ataques piratas, muy frecuentes por entonces. Es tan solo a partir del siglo XIII, cuando los invasores dejan de hacer de la costa gallega su lugar de saqueos y cuando la población comienza a instalarse en la cercanía del mar, a centrar su economía en torno a la pesca y a dar forma a la actual Corcubión.

Lejos de la protección de la villa y sobre espectaculares acantilados, se asienta el Castillo del Cardenal. Esta fenomenal edificación nace de la necesidad de proteger la villa de Corcubión de los continuos asaltos, pues hasta la bocana de la ría llegaban las expediciones que se dirigían al mediterráneo o al norte de Europa y desde la ensenada planeaban las incursiones y saqueos. Es por lo cual, al partir del siglo XVII, se comenzó a barajar la necesidad de crear fortificaciones disuasorias.

Esta fortaleza marítima comenzó su construcción en 1745, si bien no fue totalmente rematada hasta 1757. Hacia pareja con el Castillo del Príncipe, en la costa de Cee y las leyendas hablan que una gruesa cadena entre ambos emplazamientos, servía para cegar la ría e impedir la entrada de navíos intrusos. Hoy, tras varios dueños, la propiedad es de uso privado, pero las leyendas sobre el fantasma de Don Liborio, enormes grutas bajo la fortaleza y pasadizos que llevan al mar, alimentan el misterio sobre esta propiedad con magníficas vistas al mar.

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