La estación del color ha llegado. El melancólico otoño inunda los parques y los bosques de nuestro entorno, dando forma a la estación más espectacular el año. Un epitafio que nos adelanta el inminente invierno y una oda al color. Si queremos disfrutar de todo su esplendor, hay una serie de escenarios, que sin salir de la comunidad gallega, nos permiten viajar al mundo del bosque.

Monte Aloia.

Este lugar fue el capricho y lugar de experimento para el ingeniero de montes D. Rafael Areses Vidal, sin duda un amante de la naturaleza y un visionario, que supo ver en el yermo monte Aloia, un campo de cultivo para diferente especies de árboles. De esta forma comenzó en 1910 con la repoblación del monte, incorporando ejemplares de pino negro, castaños de Japón, cedros, hayas, robles…un gran campo de experimentos que llevaban unidos la creación de infraestructuras de mejora en los accesos al monte. El lugar se declara en 1935 un Sitio Natural de Interés Nacional para definitivamente conseguir la denominación de Parque Natural en 1978, siendo el primero con esta denominación en Galicia. Hoy el monte representa un gran pulmón verde, con una masa forestal muy importante y pasear por el lugar es un verdadero placer.

Ribeira Sacra.

Solamente evocar el topónimo “Ribeira Sacra” y vienen a la mente escarpadas laderas que se pierden en las profundidades del Sil, bosques de castaños centenarios, vida de retiro y tranquilidad. La “Rivoira Sacrata” esconde desde la edad media gran cantidad de santuarios, monasterios y petos de ánimas, todo un culto al sentido religioso. Hoy existen en torno a 18 monasterios, con mayor o menor suerte en su estado de conservación, que nos permite hacer una idea del potencial de esta zona fronteriza entre las provincias de Ourense y Lugo. En otoño toda estas zona se transforma, los colores ocres típicos de los bosques de castaños se mezclan con los bancales o “socalcos” de viñedos teñidos de rojos y amarillos, el paisaje es increíble, donde las brumas trepan desde las frías aguas del Sil, fundiéndose entre bosques y monasterios, dando pie a una atmosfera etérea y misteriosa.

Montes do Invernadeiro.

El Parque Natural de los Montes do Invernadeiro, se sitúan en el Macizo Central ourensano, este espacio protegido tuvo sus primeros atisbos de protección en 1985, cuando por aquella fechas se estableció en el lugar un refugio de fauna. La lógica evolución llevo a sus 5.722 hectáreas a ser declarado Parque Natural en 1997. La fisonomía de estas tierras está marcada por cumbres redondeadas, fruto de un pasado glaciar, que rondan los 1.600 metros de altitud y dos ríos; Ribeira Grande y Ribeira Pequena, que trazan sendos valles y cañones de importante desnivel que definen la cartografía de los montes do invernadeiro. Aquí los bosques evolucionan protegidos y en los lugares de difícil acceso se conservaron ejemplares autóctonos; abedules, servales, robles, acebos, avellanos, alisos y tejos que forman hoy un maravilloso mosaico vegetal en recuperación. Es importante también el lugar para la fauna, donde se agrupan rebaños de rebecos, ciervos, cabras montesas e incluso lobos, que encuentran en este espacio deshabitado un lugar tranquilo para deambular, ya que este es el único Parque Natural Gallego que no da cobijo a ninguna población humana.

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