Es en la costa de Vimianzo donde se encuentra una bonita ruta, un bonito recorrido con bonitas vistas a un mar bravo, un mar de a Costa da Morte. Este es un viaje por un litoral cargado de historiano en vano lleva el nombre del conde de Traba. Es un lugar plagado de leyendas y relatos épicos de supervivencia entre el mar y los hombres. Vamos a caminar entre piedras, formaciones de extrañas formas que más bien parecen cinceladas por las manos de gigantes. Los Penedos de Traba, serán lo que nuestra imaginación se proponga, desde animales a barcos y todo gracias a la acción conjunta del viento y el agua. Aprovechado estas fantásticas formas, los antiguos también dejaron esculpidas sus inquietudes, formas humanas, laberintos, animales y toscas representaciones aparecen en los petroglifos del monte. 

Para llegar hasta este laberinto pétreo, debemos llegar primero hasta la aldea de Pasarela, para una vez allí tomar dirección hacia el centro del poblado por una estrecha carretera, donde encontraremos alguna señal del camino a seguir. Esta ruta no sigue un sentido circular, sino que avanzaremos y retrocederemos en el monte hacia los diferentes fenómenos. La primera será la Piedra da Barca, con forma de evidente de embarcación. Hay que retroceder desde este punto, para buscar una nueva senda que nos lleva hasta Pedra do Aguia, donde nos esperan curiosas formaciones y unas estupendas panorámicas de los valles de interior, colinas tapizadas de bosque y la costa, que si el día acompaña podremos distinguir el pueblo de Muxía y los acantilados de Punta da Barca.

Desde este punto descendemos hacia la pista forestal por la que circulábamos y seguiremos ascendiendo entre el bosque de pinos hasta un cruce con varios caminos. Desde aquí continuamos por la pista de tierra de la izquierda, siguiendo las marcas de los diferentes penedos, en esta ocasión por los de Traba. De nuevo aparecen señalizaciones a Pedra Encantada, Pedra Pichón da Gallas, O Bico, Pedra Cuberta o Torre da Moa. El ascenso a esta última piedra no es fácil, pero se han instalado unas cuerdas que ayudan en los pasos con más dificultad. Una vez en lo alto, todavía es factible una pequeña trepada hasta la misma cumbre del penedo. El lugar es magnífico y los celtas ya adoraban esta atalaya, practicando sacrificios y presentando ofrendas a los Dioses.

Son tierras mágicas y misteriosas donde Ptolomeo y Plinio ubican las Aras Sextianas y sus altares a los dioses. Las vistas son espectaculares y gratificantes, a nuestros pies y hacia el mar se extiende la playa de Traba, un inmenso arenal de más de tres kilómetros de longitud. Una sucesión de dunas donde los cardos se esparcen tranquilos y tiñen de verde los márgenes de una laguna, refugio de numerosas aves marinas, una comunidad natural formada por gaviotas, martín pescador o lavanderas. Tras un último vistazo al bonito paisaje, toca destrepar y regresar a la pista principal, que ya sin perdida nos retorna al punto de partida de este evocador e imaginario recorrido, donde nuestra inventiva juega gran protagonismo, tal vez descubramos entre el bosque una nueva figura.

Anxo Rial.

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