La fotografía nos permite capturar momentos cargados de luz, mágicos instantes que quedan para siempre reflejados en nuestra memoria. Normalmente capturamos esas imágenes en las horas del día, donde la luz es abundante y dependiendo de nuestras intenciones, buscaremos los momentos mas adecuados para sacar partido a nuestras inquietudes, que suelen coincidir con los albores de un nuevo día o el final del mismo, donde las luces son más agradecidas.

Para comenzar debemos anticiparnos a ese momento, buscando un buen emplazamiento para anclar nuestro trípode, imprescindible para fotografiar con calidad. No debemos olvidar que nos enfrentamos a situaciones de muy poca luz y con exposiciones de varios segundos. Para evitar trepidaciones es importante utilizar el disparador remoto de nuestra cámara, además de ajustar el balance de blancos. En las modernas cámaras sin espejo, podremos ver en todo momento la imagen y regular el ajuste que se acerca más a la realidad que pretendemos fotografiar. En cuanto al ISO, debemos configurarlo en su valor más bajo, evitaremos así el ruido digital y no debemos preocuparnos por la exposición prolongada ya que nuestra maquina reposara cómodamente en nuestro robusto trípode. Una pequeña linterna también nos será útil y nos ayudará a tener controlado el material. La paciencia será otra de las cualidades que debemos llevar en nuestra mochila. Como ya he mencionado esta transición entre el día y la noche no se ajusta a una regla de tiempo fija y su intensidad dependerá de numerosos factores. A si pues, paciencia, tomar varias tomas hasta conseguir un buen equilibrio entre el azul del cielo y las luces artificiales de las ciudades o motivos que pretendamos fotografiar. Una ultima cosa al tener en cuenta, cuando el cielo muda a negro, podremos recoger nuestro trípode y guardar la cámara, pues la hora azul se habrá esfumado.