El rosario de bosques que se extienden entre los monasterios de Santo Estevo de Ribas de Sil y Santa Cristina de Ribas de Sil conforman un marco excelente si deseamos entrelazar la tranquilidad de estos fantásticos lugares y lo colores que en esta época nos regala el otoño. Si bien la carretera que se extiende hasta las tierras de Parada de Sil, nos invita a detener la marcha el cualquiera de sus tramos boscosos, es en los aledaños del monasterio de Santa Cristina donde podremos disfrutar de los colores otoñales, en un marco incomparable, ya que el enclave donde se esconde el cenobio, ya merece por sí solo una visita.

Este es un lugar tranquilo, apartado, donde el bosque de centenarios ejemplares de castaños conforma el perfecto ambiente para ubicar un modesto, pero encantador monasterio. Hoy el acceso resulta cómodo y se hace a través de una sinuosa carretera, pero solo tendremos que hacer un ejercicio imaginativo para situarnos en el lugar siglos atrás, cuando llegar suponía toda una aventura para el caminante. La postal del lugar representa de una forma idealizada el origen de la “Rivoira Sacrata”, ya que se cree que este monasterio fue el causante de rumor sobre las bondades que ofrecían para la meditación y el rezo estas riberas del Sil. Documentado desde el año 876, el monasterio benedictino germinó desde una modesta estructura en épocas de San Martín Durmiense, hasta un edificio de importancia.

Fue gracias a los privilegios de los reyes Alfonso VI y Alfonso VII, dotando de coto al monasterio, con tierras y villas con jurisdicción. Esta reforma le llevó a situarse en uno de los más pudientes de la zona, al recibir constantes diezmos. Con más o menos altibajos en el transcurso de su historia, el monasterio pasa a depender como priorato del cenobio de San Estevo de Ribas de Sil, esto sucedía en 1508, circunstancia que pasaría a mermar la curva ascendente de la institución.  Es en esa época, siglo XVI, cuando se acometen las reformas del claustro y se elaboran las pinturas que decoran la iglesia de estilo románico, edificada a caballo entre los siglos XII y XIII, si bien su existencia se remonta al siglo IX. El tempo con planta de cruz latina, consta de una cabecera de tres ábsides semicirculares, con el central más elevado. La imponente fachada sobresale entre las ramas de los sólidos castaños, con una división de dos cuerpos y un elaborado rosetón calado con pequeños arcos lobulados que aporta gran luminosidad al interior. La portada de entrada es abocinada, con tres arquivoltas con una decoración ajedrezada y los motivos de los capiteles se adornan con tallados vegetales. El muro norte alberga un campanario con cierta forma de torre, lo que le confiere un aire defensivo.

En el atrio de la iglesia y haciendo ángulo con la fachada se localiza la hermosa portada de acceso al monasterio. El arco de piedra invita al visitante a seguir disfrutando de la enorme tranquilidad y el acceso a los terrenos del cenobio nos descubre un edificio custodiado por ejemplares de castaños y las dos alas del antiguo claustro, con un patio interior y un antiguo pilón para el agua. Tras uno de los pasillos del claustro se extienden las antiguas dependencias monacales, donde unas escaleras permiten recorrer la planta superior del vacío edificio y disfrutar de las panorámicas del bosque, el rio Sil y las cercanas tierras lucenses. Sin duda es este un lugar especial y un marco espectacular para disfrutar del color y la tranquilidad de A Ribeira Sacra.

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