La Edad Media en Galicia fue convulsa, las contiendas entre las grandes familias y la iglesia por el control de tierras y posesiones, llevo a más de una refriega y desacato por parte de los nobles locales hacia la poderosa e intocable comunidad eclesiástica. Las Torres de Altamira, son un magnífico ejemplo de esta lucha de poderes y su existencia forma parte de la agitada historia de la comunidad gallega.


La fortaleza edificada sobre una colina perteneciente al ayuntamiento de Brión, domina ampliamente el Valle de la Mahía y parte del vecino Barcala. Un lugar con vistas y aireado que ya fuera elegido en tiempos prehistóricos, para levantar estratégicos poblados castrexos. La historia del castillo construido en esta disputada colina comenzó en el siglo IX, si bien poco después de su edificación, en un alarde de domino y poderío y cuando transcurría el año 1073, Gonzalo de Moscoso, hijo del Conde de Altamira, mando reducir su silueta a meros escombros, en una astuta estrategia para, a partir de ese momento hacerse con el domino del lugar por parte de los Moscoso. Esta era una práctica habitual y dejaba bien sentadas las reglas de linaje y posesión de las tierras. Hay que recordar que la historia de los Moscoso en Galicia se acerca a los reinados suevos y su linaje se remonta al siglo VII, lo que les convierte en una de las familias más presentes en la historia medieval gallega. Tras el derribo de la fortaleza, de la que no se tiene constancia de las dimensiones, ni número de dependencias, comenzó por parte de los Moscoso su reconstrucción como castillo de control y vivienda. Una tarea no exenta de dificultades, pues dentro de esa pinza de control hacia las actividades de los nobles por parte de la iglesia, el rey Fernando II, puso de manifiesto en 1180 la prohibición de edificar dentro de las “Tierras de Santiago” sin la aprobación expresa del arzobispo de Santiago de Compostela. Finalmente la fortaleza fue terminada haciendo caso omiso a las ordenanzas impuestas por el rey y quedando bajo protección de los Moscoso, hasta la contienda Irmandiña quien, como la mayoría de las fortalezas en Galicia, terminó por derribar las torres en 1648.
La fisonomía del castillo pasaba por la torre de homenaje, de tres plantas con cubiertas de madera y un conjunto formado por el palacio y la capilla de los Reyes Magos. El siglo XVII vio los últimos moradores de la familia Moscoso en las torres y el castillo comenzó su lento declive, para dos siglos más tarde, su piedras servir como complemento a la construcción del cercano santuario de Santa Minia e incluso ser vendidas a casas particulares. Desde 1949 las Torres de Altamira se encuentran bajo protección y forman parte del Patrimonio Histórico Español.



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