Cracovia, es a día de hoy una de las ciudades más bonitas de Europa y creedme que no exagero. En la construcción de la cuidad han trabajado famosos artistas y arquitectos durante muchos años. Genios de la construcción de diferentes países que han dejado esta ciudad con una personalidad difícil de igualar. La UNESCO decidió en 1978 declarar su casco histórico patrimonio de la humanidad y dicen que para hallar el verdadero espíritu de Polonia hay que buscarlo aquí, en Cracovia.

La primera mención de la villa nos traslada a mediados del siglo X, antes del año 992 ya se había incorporado al Reino de Polonia, en el 1000 era sede del obispado y en el 1038 ya era capital. Con estas credenciales es normal la gran cantidad de edificios y fortalezas que vemos a nuestro alrededor. En esta visita es muy recomendable visitar la puerta de Florián, con su mercado de pintura y donde se sitúa lo que alguna vez fue la principal entrada de la ciudad.

Afortunadamente la ciudad no fue muy dañada durante las guerras mundiales y se conservan intactos la mayoría de sus edificaciones más importantes y singulares. Pasear por sus calles es un verdadero placer y más aún si nos dejamos caer por la Plaza Mayor del Mercado o Rynek Glowny. La explanada recuerda la Gran Plaza de Bruselas o la Piazza San Marco en Venecia. El Sukiennice o El Mercado de las Pañerías, domina la plaza. Aquí era donde los comerciantes vendían antiguamente sus mercancías. Hoy, los que visitamos el lugar podemos admirar y adquirir arte local, recuerdos de Polonia o simplemente deleitarnos con un café en cualquiera de las terrazas que dominan la plaza.

La Torre del Ayuntamiento, donde también hay un museo, permite elevarse sobre el suelo y contemplar unas espléndidas vistas del entorno. La Iglesia de Santa María destaca con sus esbeltas torres y nos ayuda a medir con una perspectiva diferente las dimensiones de la plaza y los edificios que la rodean. En la visita, no debemos olvidar el distrito Kazimierz, uno de los principales centros de la religión, cultura y aprendizaje judíos desde el siglo XV. Ahora se vanagloria de poseer un gran complejo de arquitectura histórica restaurada. Un tranquilo lugar de moda donde perderse.

El camino a la colina Wawel discurre sobre un hermoso y cuidado parque, son los jardines que rodean la parte antigua de la cuidad. Al final de este recorrido ya son visibles las torres de la colina, allí se reúnen diversas fortalezas y fortificaciones, además de unas espectaculares vistas de la ciudad. Para terminar el día, nada mejor que hacerlo junto a muchos polacos, en el parque de las  orillas del río Vístula, contemplando como el sol del atardecer enciende nuestras pupilas.

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