Entre los numerosos atractivos naturales de las tierras de Babia, la Laguna de Las Verdes, es sin duda alguna, uno de los más populares y admirados, especialmente cuando el frio arrecia y el manto blanco de la nieve cubre los prados y las escarpadas montañas. El invierno es un excelente escenario de alta montaña para sacar del armario las raquetas y emprender esas ansiadas rutas por estas tierras del norte.

El camino que lleva a la laguna comienza desde el mismo pueblo de Torre de Babia, asentamiento organizado en torno a cuatro caseríos repartidos en toda la vega que dan forma a una bonita aldea entre montañas. Es recomendable perderse entre las callejuelas de Torre de Babia, ello nos permitirá descubrir molinos tradicionales, la antigua fábrica de luz o la ermita de San Vicente, que vigila desde lo alto los prados que rodean los caseríos. Pero si nuestra intención es ahondar un poco más en las tradiciones, entonces no debemos dejar de visitar un interesante museo, una colección familiar ubicada en uno de los caseríos del pueblo y reúne en su interior más de tres mil piezas dedicadas a etnografía y trashumancia. Un digno homenaje a las gentes de esta zona de Babia, pues este siempre fue un pueblo de pastores, que con sus rebaños recorrían grandes distancias hacia tierras extremeñas buscando mejores pastos para el ganado.

En la plaza del pueblo, un panel, nos informa de la excursión al lago de Las Verdes y para ello debemos calzar nuestras raquetas. La imaginaria senda remonta el manto blanco que recorre la brecha que lleva hasta el circo de Las verdes, siguiendo el cauce que araña el rio Torre. Estos primeros compases del camino son llanos y serpentean entre muros de mampostería que protegen las huertas, hasta desembocar en una senda única que no admite perdida. Al poco tiempo de traspasar la fuente Portiecha, el camino se divide y es evidente cuando no hay nieve, pero en este caso debemos agudizar nuestra intuición y caminar hacia la izquierda, remontando las lomas de las cuestas de Chorrón y dejando el valle a la derecha. Estas rampas de nieve, sin ser agotadoras, son largas y representan la excusa perfecta para hacer paradas en el camino, hidratarnos y contemplar este maravilloso paisaje nevado. Desde esta loma hay unas panorámicas estupendas del valle que desciende hasta Torre de Babia y el cordal montañoso que forma el conjunto de Peña Treméu y el Pico de Michos Prietos, ahora cubiertos de un blanco impoluto y virgen. Pisamos terrenos glaciares, aquí existía una gran lengua de hielo con más de siete kilómetros de longitud y doscientos de espesor, que al retirarse dejaron arañado el terreno y dieron forma a las praderías de Tremeo.

Seguimos poco a poco devorando curvas de nivel, por delante, todavía lejana aparece la majada de Las Verdes y su pequeño caseto, que aparece aplastado contra la cuesta nevada, donde sobresalen caprichosas formaciones rocosas, los restos de los hielos glaciares de hace 20.000 años. Este asentamiento de pastores es usado para subir el ganado desde finales de junio hasta los primeros días de octubre y representa también la antesala de la laguna. Es el lugar idílico, con excelentes vistas e idóneo para retomar fuerzas antes de afrontar el último kilómetro que nos separa del circo que esconde la laguna. Este tramo final pasa por vencer el desnivel de esta ladera hasta culminar la pequeña cima de la colina. Tras esta pequeña cima el camino se suaviza y comienza el descenso hasta los meandros que forman el desagüe de la propia laguna, ahora sumergidos bajo un espeso manto de nieve. Desde aquí descubrimos unas impresionantes panorámicas de todo el cordal rocoso que nos cierra el horizonte. Pico Montihuero (2187 m), la Aguja de las Coloradas (2006 m), Peña Chana (2068 m) y peña Los Años (2157 m), todos estos picos, como si fueran gigantescos guardaespaldas, forman el circo que custodia la majada de Las Verdes. El nombre le viene por la abundancia de hierba y algas verdes que inundan el agua, una cubierta vegetal que tras el duro invierno, resurge cada primavera y se mantiene hasta la aparición de las nieves y que lógicamente ahora no podremos ver. Tras el descanso solo tendremos que seguir el mismo itinerario que usamos para llegar hasta aquí, con la salvedad que ahora nuestras piernas levitaran sobre la blanca nieve.

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