Melón es un pueblo que creció a los márgenes de la antigua carretera que unía Vigo con las tierras ourensanas de Ribadavia, prosperó y de alguna forma se estancó y su reloj de las prisas se detuvo en el momento que entró en servicio la actual autovía das Rías Baixas. El alejamiento de esta importante arteria rodada ha convertido al lugar en una plaza sosegada, jugando a favor del visitante que busca espacios más relajados y silenciosos. Es al llegar al centro del pueblo cuando se aprecia el esplendor del pasado, unos enormes robles, ocultan parcialmente uno de los mayores atractivos arquitectónicos del lugar, el monasterio de Santa María de Melón, que sorprende por su imponente porte en un lugar tan remoto y aislado.

Si atendemos al origen del monasterio, realmente resulta confuso y leyendas hablan de unos supuestos privilegios otorgados por Alfonso VII a la orden del Cister en el año 1142. Esos documentos nunca fueron vistos y tampoco hay referencias posteriores a tal cesión y hay que situarse por lo tanto en un mes de diciembre de 1155 para encontrar documentación sobre los privilegios que el mismo Alfonso VII concede al cercano monasterio de Santa María de Bárcena. Hay creencias de que el verdadero monasterio de Melón, no se encontraba en el lugar actual, si no en el de Bárcena, donde ya existía desde el siglo X un asentamiento benedictino y que serían los monjes de este cenobio, los que finalmente se trasladarían al asentamiento actual.

La primera mención al monasterio de Melón se materializa en el año 1158 cuando la condesa Fruela Fernández hace una suculenta donación, que ya aparece con la advocación a Santa María, lo que hace pensar que la dirección del monasterio se asientan bajo las directrices del cister. Los monjes del ejercían un férreo control de las tierras y sus habitantes, con impuestos que llegaban a ser en algunos casos abusivos. Su dominio en el siglo XII llegaba hasta la costa y las pretensiones del clero era centralizar el comercio marítimo de la ría viguesa en la vecina Redondela y con ello dar salida a uno de sus bienes; el vino de O Ribeiro.

Como muchas otras instituciones eclesiásticas, el declive también llego al monasterio y su ruina se inició con la ya conocida desamortización eclesiástica desatada en 1836, que pone a los monjes en estampida. Para rematar la faena, unos años más tarde un monstruoso rayo causo grandes destrozos, afectando a buena parte de la iglesia.  Ante el abandono y la falta de interés para su recuperación, parte de la piedra fue vendida a particulares y sufragar la construcción del templo de la cercana localidad de A Cañiza, en ese momento se pagaba a una peseta el carro de piedra. Los tiempos modernos traen en 1961 la declaración de Monumento Nacional, acontecimiento que no sería lo suficiente importante, ya que en 1983 y ante el importante estado de deterioro se recomienda su cierre definitivo.

Hoy afortunadamente esta restaurado y se puede recorrer parte de las dependencias del antiguo monasterio, donde todavía se conserva parte del cierre y la portada de traza semicircular, el frontón triangular y una hornacina que venera la imagen de la Virgen María. La iglesia mantiene la planta de cruz latina y a su derecha se mantienen en pie los dos claustros. El de la Hospedería, del siglo XVII, desde allí se comunica con un segundo claustro, también denominado, el Viejo o de las Procesiones. Se cree que es una obra del maestro Bartolomé de Hermosa y nos remonta al siglo XVI, es en esta parte del recinto donde se encontraban la mayor parte de las dependencias monacales. Para cumplimentar la visita al lugar, es muy recomendable darse un paseo por las cercanas Pozas de Melón, una maravilla natural que sin duda nos refrescara en nuestras visitas estivales.

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