La nieve en Galicia hay que cógela como viene, con pinzas. Cada vez es más difícil observar las copiosas nevadas de antaño, cuando un manto blanco cubría durante los meses más rudos del invierno las aisladas aldeas de montaña. Hoy nieva y a las pocas horas, la bonita estampa blanca desaparece. El cambio climático avanza sin que nadie lo remedie.

La Sierra Do Eixo, es una cadena montañosa donde se localizan las alturas más elevadas de la comunidad gallega, en estos montes se alzan las cumbres de Peña Trevinca con 2127 m, Peña Negra con 2121 m y Peña Surbia con 2116 m de altitud. Grupo de montañas compartidas entre los ayuntamientos de A Veiga y Carballeda de Valdeorras. Son cumbres gastadas por el tiempo, redondeadas por la acción de los vientos y en ocasiones monótonas de caminar, al estar desprovistas de grandes bosques que rompan el paisaje.

La parte central de este macizo montañoso alberga la cuna de varios ríos, en sus frías cumbres manan las fuentes del Tera, que vierte sus aguas hacia la parte zamorana, alimentando con sus aguas al pintoresco Lago de Sanabria. Para la vertiente gallega desaguan el Casaio, Xarés, Bibei y Cabrera, que se retuercen varios kilómetros buscando las aguas del rio Sil. Esta acción del agua han abierto profundos y escarpados cañones que finalizan en valles glaciares de montaña. Fue en la última glaciación de la era Cuaternaria, cuando se instaló en todo el macizo de Peña Trevinca una gran capa de hielo, un grueso manto que fue deslizándose hasta crear los perfiles típicos de los valles glaciares. De esta agitada actividad surgieron numerosos lagos y lagunas, en mayor número ubicadas en terreno zamorano. La parte gallega se conforma con la belleza de Ocelo y A Serpe como las más destacadas.

Existe un camino para llegar allí, una ruta que nos devuelve a la esencia montañera. Una aventura que nos conduce por laderas barridas por el viento y donde la nieve llega para quedarse, aunque sea de forma breve. Es un marco perfecto para desempolvar las raquetas de nieve y comenzar a caminar. El punto de inicio de la ruta se sitúa en Ponte, aldea agazapada al final de un hermoso valle de origen glaciar. En su vetusta arquitectura permanecen las huellas de los antiguos canteros medievales, la “Casa dos Baqueiros” es un buen ejemplo y si prestamos atención podremos observar varios grabados, que permanecen petrificados en los sillares del inmueble.  Escenas de jinetes a caballo; representaciones del sol, la luna y la concha. Es solo un pequeño muestrario de la interesante arquitectura que se despliega por la aldea, una artesanía que nos aleja del presente para hacernos retroceder muy atrás en el tiempo, donde los balcones de madera y la ornamentación de la piedra otorgan identidad y las nevadas eran imponentes.

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